Para los enfermos crónicos, la alimentación es otro de los factores que influye en su calidad de vida. Por esa razón, en nuestro instituto contamos con un médico nutriólogo especializado en este tipo de pacientes, quien los guía y acompaña.
Existen múltiples estudios que aseguran que para mantener una buena salud, la alimentación es fundamental. Se trata del combustible que hace posible el funcionamiento de la maravillosa máquina que es el ser humano; por esa razón, debe ser siempre la mejor.
En personas con enfermedades crónicas la cosa no es distinta. Por eso, y para elevar su calidad de vida, en el INT contamos con la experiencia del doctor Christian Andrade Herrera, nutriólogo especializado en el área que se integró a nuestro equipo multidisciplinario para así de guiar a pacientes con Fibrosis Quística (FQ) en el tema alimentario, y también a quienes serán trasplantados o lo fueron.
El profesional explica que cada persona debe ser analizada según su complejidad para luego elaborar una pauta nutricional exclusiva para él: “Cada paciente en un mundo aparte. Por esa razón, es fundamental analizar las condiciones en las que se encuentra para indicar su mejor alimentación”. Y continúa: “Un paciente con FQ, por ejemplo, es altamente demandante desde un punto de vista calórico, necesitando consumir diariamente 3.000 calorías, en circunstancias de que una persona normal necesita solo 1.500. Esto, porque esas 1.500 sirven solo para mantener un estado funcional respiratorio, pero los que tienen esta enfermedad están todo el día en fase catabólica, muy inflamados y lo que deben hacer es agregar un 100% de calorías que el resto de sus órganos pueda funcionar”, añade.
Diferentes tipos de pacientes
El doctor Andrade relata que existen pacientes que tienden a mejorar su peso, porque no tienen alteraciones de absorción. Sin embargo, existen otros que tienen compromiso pancreático: “Hay personas que además del proceso infecciosos, inflamatorio o pulmonar, no tienen la capacidad para absorber macronutrientes, micronutrientes, etc.; entonces le dejas 120% o 150% más de calorías. En estos casos, junto al equipo, planteamos una base de metabolismo, y analizamos el gasto metabólico”, cuenta.
“Tenemos otro tipo de paciente más complejo, que es el que tiene daño hepático asociado; también pueden presentarse los que tienen diabetes relacionado a la FQ y ahí hay un cuadro infeccioso recurrente asociado y debemos ver el gasto metabólico sin afectar el órgano”, agrega.
El camino hacia el trasplante
Para ser candidato a trasplante, un paciente debe cumplir, entre muchos otros requerimientos, un IMC específico. El médico señala al respecto que debe ser un: “IMC Promedio de 18.5; y si son obesos deben tener menos de 28. Las mujeres deben bajar menos. Luego de que llegan a la meta, se presentan al equipo para analizar la posibilidad del trasplante. Generalmente deben bajar el 10% en 3 meses”
“Para eso les enseño técnicas de alimentación, pautas dietéticas personalizadas y un plan de adaptabilidad. Luego que se adaptan al plan, pasamos a las rutas metabólicas y quizás agrego algún medicamento para la ansiedad”, detalla.
Nuestro nutriólogo asegura que después del trasplante, el paciente es de alto cuidado. Por eso, todos sus alimentos deben ser preparados en casa y ninguno puede ser crudo, hasta que cumpla un año después de la intervención. Además, el consumo de alcohol está prohibido.
“Ver la primera vez a los pacientes entrar, cansados, pálidos o con oxígeno, y luego verlos que se levantan con facilidad y caminan más rápido es realmente satisfactorio. Siempre les digo que yo les entrego los nutrientes, pero el resto depende de ellos… Aun así, es difícil no sentir orgullo y alegría”, finaliza el profesional.