Loreto Salvatierra, paciente de cirugía del INT, nos contó cómo, a pesar de la incertidumbre que le provocó que le detectaran un tumor, en el mismo hospital vivió el día más feliz de su vida.
Como cualquiera de nosotros, un día Loreto Salvatierra fue a una interconsulta que le habían dado para el Hospital del Tórax. Allí el médico vio el escaner que ella llevaba. Esta joven recuerda nítidamente la conversación breve que vino tras ese momento. “El doctor lo vio y me quedó mirando. Volvió a mirar al computador y me miró nuevamente, y me dijo que haces acá. Yo le digo que vengo a la consulta, pero él me dice, no, qué haces acá, deberías estar muerta. Tienes un tumor gigante, me dice”.
Ese día todo cambió para Loreto. Quedó inmediatamente hospitalizada. Tenía un tumor pulmonar de muy mal diagnóstico. Todo parecía estar en contra. Pero hasta ese momento nadie había contado con una fuerza que puede generar milagros: el amor. Loreto recuerda que le pidió a Nico, su entonces pololo, que le contara la verdad. “Yo soy la enferma, la que está acá, para qué me van a ocultar cosas. Y me dice que el doctor dijo que no hay muchas expectativas de vida para tu caso. Yo dije, bueno, si Dios me quiere llevar, será su voluntad».
Fue entonces cuando la vida le dio una nueva sorpresa a esta joven. “Él (Nico) me dice Loreto, ¿te quieres casar conmigo? Yo le digo pero cómo, si estoy en el hospital. No importa, dijo, porque si Dios te quiere llevar, tiene que ser siendo mi esposa”.
Al día siguiente el cuñado de Loreto se encargó de todo. Fue al Registro Civil y, aunque estaban en paro, al conocer el caso la jueza dijo inmediatamente que iría. Luego, les compró los anillos, los recuerdos, copas. Preparó todo.
“Yo le conté a las paramédicos del Tórax, y ellas estaban felices. Dijeron que iban a organizar todo. Y al siguiente me casé. Y fue el día más feliz de mi vida”, recuerda Loreto porque, “Nico es el que me da la fuerza todos los días para seguir adelante. Ahora último he estado con el ánimo bajo. Y él siempre me está recordando que yo soy una guerrera, y que voy a salir de esto”.
Por este momento y por todo el apoyo y atención recibidos en el Instituto Nacional del Tórax, Loreto está “eternamente agradecida. Es más, cada vez que voy al hospital siempre paso a verlos, a saludarlos, a agradecerles que estuvieran ahí conmigo, que me ayudaran, porque ellos también me daban ánimo”, dice. Y luego agrega:“Si algún día Dios quiere llevarme, fue luchando, no fue por dejada”.
Ve su testimonio aquí: