Hace algunas semanas, nuestra paciente recibió un trasplante bipumonar, luego de haber estado años buscando una cura para su enfermedad
María Gabriela Delgado, o Gaby, como la conocen en el Instituto Nacional del Tórax, es oriunda de Venezuela. Llegó a Chile hace tres años, lo que significó un nuevo comienzo para ella: “Mi historia es quizá la de muchos, por el mal gobierno, economía, inseguridad, escasez. Tomé el riesgo y dejé amigos, familia, un amor y lo más valioso que tengo: mi mamá”.
Gaby es psicóloga, hija única y por mucho tiempo, paciente con fibrosis quística de nuestro Instituto: “Mi pesadilla comenzó en el invierno del 2019. Empecé a tener infecciones respiratorias (neumonías), me hospitalizaban, me colocaban antibióticos y a la casa”. Pero el mal rato no terminaba ahí. No pasaban ni tres meses y los síntomas volvían: tos, expectoración, cansancio, fiebre, entre otras cosas”, cuenta.
Su salud fue así, entre subidas y bajadas, el INT se volvió habitual en su vida y en enero de 2020, parecía que todo se desmoronaba más: “Tenía un dolor muy fuerte en el estómago. Los estudios mostraban una inflamación muy grande en el bazo. Llegaron a decirme que tenía sospecha de leucemia… Fueron muchos meses de angustia y de visitas a hematólogos, que descartaban este último cuadro. Distintos médicos dijeron que se trataba de algún linfoma, no empezaba a respirar de un diagnóstico, y ya estaba entrando en otro”, recuerda Gabriela.
Todo cambió cuando recibió la atención del Dr. Arancibia: “La primera pregunta que me hizo el doctor al llegar, y algo que no olvidaré jamás fue: ¿Te hicieron el examen del sudor?, mi respuesta fue un rotundo no. No tenía idea de lo que era eso”. Explica Gaby y agrega que Arancibia fue “muy delicado y me explicó que los síntomas que yo tenía respondían a los de una fibrosis quística”. Dos exámenes después, el pronóstico se confirmó: ‘Tienes fibrosis quística’, me dijo”.
La noticia fue dura para María Gabriela. Escuchar que tenía una enfermedad crónica, que requiere muchos cuidados y que no tiene cura: “Cuando supe que la única opción que me quedaba para seguir viviendo era un trasplante, me impresioné mucho”, cuenta.
El trasplante
Hasta que llegó el día del trasplante. Gabriela se encontraba muy nerviosa, pero esperanzada: “Me dio mucha felicidades saber que había llegado el momento, soy una agradecida de Dios por la segunda oportunidad de vida que tengo”, confiesa.
Ya han pasado varias semanas de la operación y declara estar feliz: “El trasplante no es nada, lo fuerte es la recuperación posterior. Pero todo vale la pena, porque es una segunda oportunidad de vida”, confiesa la paciente
Gaby, también quiso dejar un mensaje a las personas que le temen al hecho de ser donantes: “Todo en esta vida es bondad. Si tienes amor hacia el prójimo, le vas a dar un pedazo de ti a los demás. Donar es amor, es ser bondadoso”.