Cómo podemos enfrentar el fin de la vida, desde el punto de vista de la persona enferma y su familia, y de qué manera se puede acompañar ese proceso, conociendo sus detalles y conversándolo con anticipación, fue el interesante tema que abordó Rebeca Osorio, enfermera coordinadora de la Unidad de Alivio del Dolor y Cuidados Paliativos del Instituto Nacional del Tórax, en una charla en línea realizada el 25 de junio.
Al comenzar la presentación, Rebeca Osorio invitó a preguntarse cuánto se nos enseña desde pequeños sobre el proceso de embarazo y nacimiento en comparación con lo que se conversa sobre el fin de vida. “Se habla libremente de lo primero con todo detalle; pero ¿quién nos orienta sobre la otra fase de la vida, del otro extremo, de la muerte? Nadie nos cuenta de eso, es un tabú a nivel social”, explicó.
Sin embargo, la especialista indicó que ambas son etapas inherentes a nuestra existencia, por las que todos transitamos y que deberían ser abordadas en detalle, con sus tiempos, síntomas y señales. “Como culturalmente no se conversa de la muerte, cuando inevitablemente nos enfrentamos a ella es cuando la familia, que no está preparada, se descompensa y se complica; no saben cómo manejarlo y sienten mucho miedo”, aseguró.
Por eso, declaró, es una tarea compartida entre los equipos de salud, profesores, madres, padres y la sociedad en general, ir evolucionando, asumir y comenzar a enseñar sobre este proceso.
Enfrentar e identificar el final de la vida
Como definición, el final de vida se entiende como la etapa de tiempo que precede a la muerte, un proceso que ya no puede ser detenido por el equipo de salud. Está marcado por diversos cambios a todo nivel: físicos, psicológicos y emocionales. “Todos estos cambios son normales y, al igual que en el embarazo y parto, están muy determinados y estudiados; se sabe por qué ocurren, pero nos complican cuando no los conocemos ni estamos preparados”, manifestó la expositora.
En el proceso de fin de vida se interviene, principalmente, la sintomatología, y se ayuda a la persona a enfrentar la muerte y a la familia, a la pérdida de su ser querido. “Cuando eso se logra es muy positivo, es igual que cuando uno prepara a las pacientes para el parto, pues así es más probable que tenga menos complicaciones. Debemos procurar que el proceso de fin de vida se desarrolle de la mejor manera posible”, expresó la enfermera.
Asimismo, la profesional realzó la distinción entre los signos, que son parámetros medibles que se pueden observar cuantitativamente, y los síntomas, que son los que solo siente el individuo que los experimenta, y que son absolutamente subjetivos.
Los signos y síntomas más frecuentes o importantes que se presentan en el último periodo, antes de que la persona fallezca, son los siguientes:
- Alteración de los signos vitales
- Inapetencia, que suele ser progresiva
- Fatiga física
- Fatiga psicológica y desgaste emocional
- Disfagia o problemas para tragar
- Dolor
- Cambios en deposiciones y orina
- Postración
- Lesiones por presión
- Edema o acumulación de líquido
- Disnea o dificultad para respirar
- Cianosis
- Ictericia
- Confusión
- Pérdida del estado de conciencia
- Estertores bronquiales
- Apnea
Recomendaciones
Rebeca Osorio afirmó que los principales roles la enfermería dentro de este proceso, cuando se enfrenta el proceso muerte en el hogar, incluye educar con tiempo, estrechar los vínculos con la familia y mantener activas las redes con la atención de especialidad y la atención domiciliaria.
“Cada vez que observe un nuevo signo o síntoma en el enfermo, siéntese y piense si esto lo hace sufrir a usted o al paciente. Si esta nueva condición le hace sufrir únicamente a usted, es usted quien debe recibir apoyo y orientación. En cambio, si nota que es el enfermo quien tiene sufrimiento físico, espiritual o psicológico, entonces se debe intervenir al paciente”, puntualizó.
En tanto, como familia, la enfermera aclaró que es importante realizar siempre una consulta precoz, mantener una comunicación permeable con los equipos de salud, priorizar la unificación de prestadores, establecer claridad y consenso del cuidado al paciente (quién cuida, quien es portavoz, quien se encarga de la logística, etc.).