Conoce nuestra paciente, Elizabeth Daine, quien de estar desahuciada y sin esperanzas tras sufrir un derrame pericárdico, pasó a planear tomar clases de repostería.
Elizabeth Daine tiene 35 años. Sentada en el frontis del Instituto Nacional del Tórax, donde pasó gran parte de los últimos dos años, mira hacia atrás, recordando lo vivido cuando en 2014 llegó a una consulta médica porque se sentía demasiado cansada. Ahí supo que sufría de un derrame pericárdico, por el cual tuvo que ser inmediatamente hospitalizada.
Luego de varias semanas en distintos recintos hospitalarios, en uno de ellos le dijeron que la tratarían, aspirando el líquido que tenía acumulado, pero no resultó bien. “Me sentí pésimo, me descompensé a los 10 minutos y ahí le dieron la noticia a mi familia de que tenían que esperar lo peor, me desahuciaron”, recuerda Daine.
«Lo que más me costó fue poder caminar después del trasplante,
sentir que tu cabeza dice ‘vamos a caminar, tú puedes’ y que tu cuerpo no responda, que no tenga la fuerza»
Las probabilidades de la joven madre de sobrevivir eran prácticamente nulas, pero en ese momento unos cardiólogos de la Clínica Las Condes decidieron tomar su caso. La operaron para instalarle un ECMO y luego la trasladaron. Elizabeth asegura que, gracias a esa intervención, esquivó a la muerte por primera vez, pero que aún vendría el proceso más importante. Encontrar un corazón con el cual fuera compatible.
Daine fue trasladada al Instituto Naciona del Tórax un mes más tarde y ahí estuvo nueve meses esperando un corazón. Sus posibilidades de ser trasplantada eran bastante bajas, ya que tenía los anticuerpos en 98%, una cifra demasiado alta para poder ser operada. La larga espera concluyó la madrugada del 23 de julio del 2015, mañana en la cual el trasplante se realizó con éxito y al n podrían respirar con tranquilidad. Después del trasplante, Elizabeth estuvo cuatro meses en la UCI. Asegura que la recuperación fue difícil, pero que recibió mucha ayuda y apoyo.
Pasaron otros cinco meses antes de ser dada de alta. “Gracias a Dios, los doctores aquí me han sabido sacar adelante. Ya tengo un año de trasplantada”, cuenta Daine.
“Me gustaría agradecer a todos los doctores, a todos los enfermeros, a las kinesiólogas… si me pongo a nombrarlos a todos, no termino nunca. Estoy eternamente agradecida de ellos, yo aquí me di cuenta que hay que tener vocación para trabajar en un hospital, no es un trabajo como cualquier otro. También estoy muy agradecida de la familia que donó el corazoncito”, declara con una sonrisa la joven mujer, quien ahora ve la vida desde otra perspectiva.